La historia de la Frida Kahlo
pintora se remonta quizás, no al 6 de julio de 1907, fecha de su nacimiento,
sino al 17 de septiembre de 1925, el día del fatídico accidente que marcaría la
vida de la mexicana el resto de su existencia. Esa mañana la joven Frida salía
de la Escuela Nacional Preparatoria, en la que estudiaba medicina, destino a
casa. Todo parecía, hasta entonces, estar dentro de la normalidad, sin embargo
la desdicha que la acompañaba desde niña, recordemos que la joven Frida sufrió
la enfermedad de la poliomielitis durante su infancia, hizo que el autobús en el
que se encontraba Friducha chocase de pleno con un tranvía. Mientras que dicho
viaje, resultó mortal para algunos la joven Kahlo tuvo la “suerte” de
sobrevivir al mismo, pero no por ello salió totalmente ilesa. Frida quedó marcada con grandes secuelas que
le afectarían de por vida.
En el impacto entre ambos
transportes una de las barandillas de metal se desprendió del autobús haciendo
que atravesaran el abdomen de la joven pintora saliendo por la vagina de la
misma. De este mismo impacto la columna quedó fracturada por tres lugares
diferentes, además de verse dañada la pelvis y tres de sus costillas. La pierna
derecha también sufrió once fracturas, mientras que el pie derecho quedó
dislocado y aplastado.
Si el hecho de un accidente de
tal calibre puede resultar en la mayoría de los casos traumáticos, a Frida le
afectaría en algo de lo que más ansiaba, se le retiraría el derecho a ser
madre, sufriría a lo largo de sus 47 años de vida un total de treinta y dos
operaciones junto meses de reposo absoluto encamada y con un dolor constante y
profundo en esa “columna rota”.
Es entonces cuando nace la Frida
pintora. Lo que hasta entonces tan sólo había sido una afición, los lienzos se
convertirían en el medio de expresión máximo del dolor duradero que la
acompañaría eternamente. Frida dibujaría, pintaría y alzaría “su propia realidad”. Lo que comenzaría
como simples retratos pronto se convertirían en la expresión artística del
dolor más puro sufrido por la pintora: el dolor del desamor, la tortura de no
poder ser madre, la añoranza a su tierra querida, o el sufrimiento más físico,
ocasionado en su mayoría por el daño permanente en la columna.
Es así como llegamos a 1944.
Justo diez años antes de la muerte de la pintora, Frida elaboró este lienzo
titulado “La Columna Rota” localizado hoy en el Museo Dolores Olmedo en la
Ciudad de México.
En un lienzo cargado de
simbología en el que Frida planteó su propia realidad. Sus últimos años de vida
vinieron acompañados de dolores constantes reflejado en la misma Friducha que aparece
compungida con el pecho abierto, sola en un ambiente árido y sin vida, y
rodeada por clavos por toda su fisonomía. El primer símbolo lo encontramos en
la columna en sí misma. Frida en lugar de representarnos una columna vertebral toma inspiración griega y nos
muestra su destrozada columna jónica. Sumándose al dolor, miles de clavos se
reparten por todo su cuerpo, pequeñas torturas diarias de sufrimiento en su
incesante padecer. Y por si esto pareciese poco, los rígidos corsés que para
poder sobrellevar la perenne aflicción tuvo que portar durante gran parte de su
vida.
La aún joven Kahlo se encuentra
desconsolada, en dicho ambiente árido, reseco, muerto y oscuro, en la más dura
soledad. Mirando directamente al espectador, si este se acerca a las pupilas de
Friducha verá cierto alivio en los mismos. Alivio dado por las palomas de la
paz que las configuran, la propia Kahlo dijo al respecto:
“Tienes que reírte de la vida […]. Mira los ojos muy de cerca… las
pupilas son palomas de la paz. Esta es mi bromita sobre el dolor y el
sufrimiento…”
Los visitantes que acudan al
Museo Dolores Olmedo se encontrarán con la Frida real, la sufridora, la más
pura, que queda hoy retratada en dicho lienzo. Se encontrarán con su mirada, su
corazón aún latente en cada una de sus pinceladas, el dolor físico y
psicológico de sus lágrimas,… Conocerán a Frida, Frida Kahlo:
“Me gustan mucho las cosas, la vida, la gente. No quiero que la gente
muera. No tengo miedo de la muerte, pero quiero vivir. El dolor no, eso no lo
soporto”.
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